Son tres los elementos que se confunden en el imaginario popular en relación a esta celebración: Halloween (31 de octubre), la fiesta de Todos los Santos (1º de noviembre) y el Día de Difuntos (2 de noviembre). Paralelamente, Halloween tiene dos orígenes, uno cristiano y otro no cristiano, que con los años se han confundido también. Halloween significa “All hallow’s eve», que proviene del inglés antiguo y significa «víspera de todos los santos», en referencia a la noche del 31 de octubre.
La Fiesta de Todos los Santos de la Iglesia Católica fue instituida en honor a todos los santos, conocidos y desconocidos, para compensar cualquier deficiencia de su celebración durante el año. El 1º de noviembre tuvo su origen en la antigua costumbre de rezar en las tumbas de los mártires. La Iglesia celebra a quienes han seguido a Jesús y nos recuerda su llamado a la santidad: hacer las cosas bien por amor a los demás y a Dios. En la fiesta se pide por la intercesión de los santos a favor de la Iglesia peregrina, para que cumpla su misión de anunciar la Buena Noticia manifestada en Jesús. El 2 de noviembre, en tanto, el mundo católico celebra a los fieles difuntos, y la Iglesia peregrina intercede con oración por quienes estén en estado de purificación, ese que conocemos como purgatorio.
El origen no cristiano de la fecha se atribuye a la celebración celta de Samhain, el dios de la muerte. Cuando aún ocupaban lo que hoy es Gran Bretaña y Francia, los celtas le dedicaban la noche del 31 de octubre. Creían que los muertos volvían a pedirles alimentos, y los hacían víctimas de conjuros si no accedían. Probablemente máscaras y disfraces tenían la finalidad de ahuyentar los malos espíritus. Cuando los celtas se cristianizaron, la conversión no fue completa y la coincidencia cronológica de la fiesta pagana con las cristianas hizo la fusión.
Halloween se debe a inmigrantes irlandeses que en el siglo XVIII la introdujeron en EE.UU., donde se celebró masivamente por primera vez en Minnesota (1921). Su internacionalización se produjo en los ’80 con el cine y la televisión. Los católicos podemos reorientar la celebración con elementos como máscaras y disfraces que ridiculicen el mal y alejarlo de nuestras prácticas y, sobre todo, recuperar la importancia de vivir al estilo de Jesús celebrando con alegría la Fiesta de Todos los Santos, tan grande que hacemos “la previa” la tarde anterior, esto es, Halloween.
Dr. Arturo Bravo Retamal
Académico Instituto de Teología
Universidad Católica de la Santísima Concepción
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